Fuente: Clarín – @fcbafa «¿Sabés algo?», «¿Tenés novedades?», «¿Sabés cuándo volvemos?», eran los mensajes que llegaban diariamente al celular de Anne Van Beusekom (31) durante una buena parte de la cuarentena. En especial, los viernes de anuncios de nuevas medidas restrictivas.
Van Beusekom no es funcionaria, ni empleada del Ministerio de Salud, ni vocera del Gobierno. Es de Guatemala, vive en Palermo y se dedica a organizar partidos de fútbol: es la fundadora de BAFA, una aplicación que coordina partidos entre jugadores que no cuentan con nueve amigos más dispuestos a jugar y alquilar una cancha.
«Había una necesidad de estar activos, y una gran expectativa por volver a jugar», afirma. «Nos compartíamos stickers que decían ‘Que nos falte todo menos el fútbol’ y cosas así. Como en un principio solo se habilitó la práctica de actividades en plazas, organizamos entrenamientos de fútbol. La convocatoria fue importante, aunque no era la mismo que un partido».
Los partidos de fútbol 5 se habían cortado el 19 de marzo de 2020, cuando Alberto Fernández decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). Recién a mediados de junio, Horacio Rodríguez Larreta informó que «se van a permitir actividades deportivas de hasta 10 personas, siempre al aire libre, con y sin contacto. Y los clubes y gimnasios podrán realizar sus actividades unicamente en el exterior».
Los players comenzaron a volver. Aunque de a poco. Los miedos persistían, de la vacuna no había novedades y los turnos en las canchas no volvieron a ocuparse por completo como antes. Con el aumento de los casos, y las nuevas restricciones, el fútbol se suspendió otra vez. Regresó en noviembre, y lo mismo.
El último permiso para jugar, siempre al aire libre, y de hasta 10 jugadores, salió el 11 de junio. Se mantendrá hasta el 25 de junio, cuando se conocerán los nuevos anuncios. «Cada vuelta fue emocionante. Ya hacemos 18 partidos a la semana. Diez menos que antes de la pandemia», agrega Anne
Arnold Sontag (33) acaba de terminar su partido en una de las canchas del Complejo Costa Salguero. Es ingeniero y francés. Diez años atrás, vivía en Lyon, su ciudad, donde cursaba su carrera. Llegó a Buenos Aires por un intercambio de estudios, sin la menor idea de que se quedaría. Conoció una argentina, se enamoró y a Francia solo volvió por seis meses, para recibirse. O por vacaciones, pero ya en familia.
Lo único que hacía de actividad deportiva era salir a correr. En Argentina, un canadiense amigo de su mujer le habló de la aplicación. Fue hace cuatro años. Nunca antes había jugado al fútbol. Ahora dice que no lo puede dejar.
«Durante la pandemia soñaba con el fútbol. Es clave para mí. Más que nada, para descargar las tensiones de mi trabajo. Desde que juego fútbol, dejé de salir a correr. Y lo que me gusta de la aplicación, es que es un ambiente tranquilo. Tuve la oportunidad de jugar partidos con argentinos que conocí y son muy competitivos. Sentí la tensión. Aquí en BAFA si hay un encontronazo, es de argentinos. Aunque son los menos», cuenta.
BAFA nació sin ser BAFA en una cancha de San Telmo. La idea fue de un norteamericano y un inglés. O más que idea, fue una necesidad: vivían en la ciudad de Buenos Aires, querían jugar un partido de fútbol y no conocían ocho jugadores más para completar dos equipos y alquilar una cancha.
Una noche de 2008, en una reunión, le propusieron a todos los presentes (extranjeros como ellos) que difundieran una especie de cadena. Debían preguntarle a sus vecinos, compañeros de trabajo, de residencia o de estudios, si querían jugar un partido.
La respuesta los sorprendió mucho. Primero, por lo rápido que completaron la lista de jugadores. Segundo, por la cantidad de gente que se encontraba en la misma situación: extranjeros radicados en Buenos Aires, con ganas de jugar partidos y sin amigos o conocidos para hacerlo.
Con el tiempo, mantuvieron el contacto por Gmail. Siguieron jugando. Diez años después, o sea en 2018, el proyecto se formalizó: se bautizó como BAFA, llegó a organizar 30 partidos semanales (pre pandemia) y a completar una lista de más de 300 jugadores estables, de 90 países distintos. Solo el 30% eran argentinos. El slogan es “Juega partidos de fútbol con una comunidad internacional. Una manera fácil y flexible de jugar”.
Además de organizar partidos, se convirtieron en la excusa para unir amigos y hasta parejas. Más también: es común que extranjeros que vivieron en Buenos Aires y compartieron partidos de fútbol se encuentren en otros países. «Se juntan a tomar algo, o a jugar al fútbol. Y se ayudan mucho con las residencias, los papeles. Puede que los reciban en sus casas durante los primeros días», agrega Anne.
Anne Van Beusekom marca la diferencia entre los argentinos de BAFA pre y post pandemia: «Antes, el perfil del argentino era el del interior que venía a trabajar o estudiar, el que se había cansado de suspender partidos por amigos que faltaban a último momento, y los tímidos, a los que les costaba hacer amigos. Ahora el porcentaje de argentinos creció mucho«.
El nuevo perfil no es individual, como antes. Es grupal: llegan de a 2, de a 3 o hasta de a 5. Son amigos que tenían su grupo para jugar, pero que por la pandemia y los cuidados, les resulta imposible completar dos equipos (el resto prefiere esperar para regresar al fútbol).
A Perú, en el partido que acaba de terminar, lo representó Arturo Rodríguez (29). Es de Lima y cumplió 6 años en Buenos Aires. En su país, estudió Publicidad y Fotografía. Aquí, cursa Ingeniería nuclear. Llegó a BAFA por la necesidad de volver a jugar.
«Hace unos meses fue imposible reunir a mis amigos. Varios eran padres y preferían esperar un poco para volver a jugar. Como padezco ansiedad moderada, y si no hago deporte o actividad física siento un bajón emocional, me anoté. Además necesitaba la competencia. El encierro fue terrible. El fútbol me cambió el humor«, comenta.
Ahora, que de a poco la vida comienza a volver a la normalidad, y la vacunación ya se acerca para los de 30 y 40, juega dos partidos a la semana. Uno con sus amigos, que volvieron. Otro en BAFA. Si falta un jugador en el partido siguiente, se queda y juega.
Por último, habla sobre lo que Anne dice que les pasa a los argentinos en un principio. Aunque de a poco, la tendencia va desapareciendo: «Jugar con desconocidos es un prejuicio para los argentinos. En Perú, te sientas a mirar un partido en una plaza y los jugadores te van a invitar a sumarte. Por más que no te conozcan. Es una buena oportunidad para hacer amigos«.