Fuente: La Nación – @aatenis @seniorsaat @tenislaplata @aata.argentina @tenistasargentinas Son momentos que quedan para toda la vida. A lo largo de la historia, el tenis ha ocupado un lugar preponderante en la Argentina. A nivel deportivo, en el ámbito social, alcanzando una dimensión que muchas veces hasta excede la razón. Épocas gloriosas, nombres que marcan una era, clubes que son gestores de futuros cracks, pero también formadores, que inculcan valores, que crean lazos de amistad y hasta familiares. Su rol cobra trascendencia a medida que pasa el tiempo. Lo mismo que quienes han tenido la difícil misión de conducir los destinos de una actividad. Por eso, la celebración de hoy es significativa, especial. ¡Centenaria! Nada menos que de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). Tan especial que vale la pena meterse en un fugaz viaje a sus orígenes…
Los británicos que a la vera de las vías del ferrocarril buscaban -por estas tierras- espacios para el esparcimiento, como en la Inglaterra victoriana, plantaron la primera semilla. En 1893, con el Campeonato del Río de la Plata, del Buenos Aires Lawn Tennis Club, las competencias comenzaron a desarrollarse para derivar en una Liga Argentina, en 1914 (los Interclubes). Esos torneos conformaron relaciones durante ocho años.
Postguerra y dentro de una floreciente Argentina del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen llevaron a esos apasionados a aglutinarse a la usanza de lo que ocurría en el país y en el resto del mundo. Fue entonces que a las 17.15 del 2 de septiembre de 1921, en Florida 44, las céntricas oficinas de Enrique Woodgate, presidente del Buenos Aires Lawn Tennis Club, esta entidad y otros 15 clubes conformaron la Asociación Argentina de Lawn Tennis, la hoy centenaria Asociación Argentina de Tenis (AAT). Su primer presidente fue John Alexander Gibson. Todos le decían “Juan”.
Esa unión posibilitó que nuestro país pudiera, dos años después, iniciar el camino en la Copa Davis. Los clubes locales fueron forjando tradición a partir de lo que hacían en los courts Ronald Boyd, Guillermo Robson, Analía Obarrio, Felisa Piédrola, Mary Terán de Weiss, Alejo Russell y Enrique Morea, el primer jugador con trayectoria internacional (década del 50).
La mención de Morea no es menor. Fue un dirigente de peso tanto en nuestro país como en el mundo, el primero que tuvo visión de concebir una escuela nacional de la que surgió una camada que rodeó el esplendor generado por Guillermo Vilas, un verdadero revolucionario del tenis en el país (y en la región). Sus conquistas masificaron el deporte y potenciaron el rol de una entidad que ya tenía su casa propia en la avenida San Juan y Santiago del Estero. Competencias nacionales, Inteclubes, Desarrollo y organización de matches de la Davis potenciaron la vida de la AAT.
Claro que ese crecimiento espontáneo chocó con diferencias y distintos matices, con los dos clubes más grandes (BALTC y Tenis Club Argentino) pugnando por el control de la AAT desde las miradas de Horacio Billoch Caride y Morea, sumado a la dificultad de planificar un proyecto de largo plazo, derivaron en que el tenis sólo pudiese ser sustentable por lo generado en la Davis. A lo largo del tiempo, algunos dirigentes argentinos ocuparon puestos de relevancia en la Federación Internacional de Tenis (ITF) y en la Confederación Sudamericana (COSAT).
Después de Vilas, José Luis Clerc y Gabriela Sabatini, se fueron intercalando camadas que muchas veces chocaron con los perfiles dirigenciales. Morea volvió en 1996 y construyó el camino de lo que fue la Legión, la camada nacional más exitosa con excepción de Vilas. con nombres como Gastón Gaudio, Guillermo Coria, David Nalbandian, José Acasuso, Guillermo Cañas, Agustín Calleri, entre otros.
Sin embargo, pese a los múltiples títulos (también de Juan Martín del Potro) y a las continuas disputas que hicieron renuente la conquista de la Copa Davis hasta 2016 (con Daniel Orsanic como capitán y Armando Cervone como presidente -pasó a ese cargo tras el fallecimiento de Arturo Grimaldi en 2014-), la AAT, hoy dirigida por los Legionarios (con Agustín Calleri como titular), todavía no tiene un centro nacional y funciona en oficinas alquiladas (Maipú al 400) en el centro porteño. Alguna vez el antiguo Velódromo Municipal, en los bosques de Palermo, fue el sueño para cumplir con ambas funciones, pero no pudo ser.
Sin embargo, la AAT sigue vigente y aglutina al segundo deporte del país en materia de popularidad, un permanente propulsor de emociones. Con alegrías, fallas y saldos pendientes. Mucho más de lo que imaginaron esos británicos que firmaron el acta en las oficinas de Woodgate. Los 100 años han llegado. Y no fueron en vano.