Fuente: Javier Ledesma para El Cronista – Con modelos top a más de $ 100.000, varios jugadores locales salieron a disputar el negocio de los botines de fútbol. Opciones económicas, insumos nacionales y proyectos para alcanzar los 500.000 pares por año.
Martín Amoros se metió en el negocio del calzado hace 10 años por recomendación de su suegro, que fabricaba suelas. Probó haciendo pantuflas, ojotas e incluso sandalias de mujer. Este portafolio lo complementaba con algunos botines de fútbol que le compraba a otro productor. En 2020 los clientes empezaron a pedirle más botines, pero su proveedor le entregaba los pares a su propio ritmo. «Veía la guita que me estaba perdiendo de ganar. Detecté ese bache y me puse a fabricarlos yo mismo», recuerda. Durante la pandemia fundó Raptor y los números iban tan bien que mudó toda la operación a una fábrica de 1600m2 en Valentín Alsina, donde produce más de 20.000 pares por mes.
Así como en otra época fueron Fulvence y Sacachispas, Raptor fue una de las marcas argentinas que encontró suelo fértil en el negocio de los botines ante el espacio que dejaron grandes players como Nike y Adidas. Mientras los gigantes de la indumentaria deportiva se concentraban en productos de mayor volumen y sus botines perforaban la barrera de los $ 100.000 – con modelos profesionales que superan los $ 300.000 y $ 400.000 -, los jugadores locales ganaron terreno con propuestas de producción 100 por ciento nacional y opciones entre un 50 y 80 por ciento más económicas. En 2023 , solo cuatro de estas marcas alcanzaron un volumen anual de 430.000 pares y para este año proyectan que esta cifra crezca más de un 30 por ciento.
La industria del calzado deportivo movió cerca de 33 millones de pares en el mercado local, según fuentes del segmento. De ese total, los botines de fútbol se llevan un 7 por ciento (unos 2,2 millones de pares) y dentro de la categoría los modelos con tapones (FG) concentran un tercio de las ventas, mientras que el resto se reparten entre tapones para cancha de 5 (TF) y futsal.
Pero en los últimos tres años no resultó sencillo conseguir botines en el país de los campeones del mundo. Las dificultades para importar fueron uno de los principales motivos por los que algunas marcas volcaron sus esfuerzos en categorías con mayor circulación, como las zapatillas de running. Esta falta de insumos impactó en las fábricas ensambladoras. Por caso, en septiembre de 2023 Grupo Dass paró su planta de El Dorado, Misiones, produce los botines Umbro y Nike; en tanto, Bicontinentar Footwear Technologies, que hace los modelos de Diadora y Penalty en Chivilcoy, confirmó que no fabricará botines durante el primer semestre de 2024.
A su vez, varias de las fábricas en Asia que producen botines terminados estuvieron cerradas por los rebrotes del COVID-19. A esto se le sumaba una cuestión de rentabilidad. «Una línea con 30 empleados ensambla una zapatilla para niños que se vende a $ 9000 y la misma línea hace una para adulto que se vende a $ 50.000. A veces es solo una cuestión de mercado», explican desde una fábrica.
«Estamos justo en un cambio de Gobierno y de reglas de importación con una mayor apertura ahora. Se buscará mantenernos atractivos desde los precios, considerando que son muchos los factores que intervienen en el valor final como, por ejemplo, los impuestos», indica Federico Tórtora, director de One Marketplace de Southbay, distribuidor oficial de Nike en el país. La mitad de los botines que venden en la Argentina son armados localmente con insumos importados desde Brasil, en particular la línea Tiempo aunque en las próximas temporadas planean empezar también las franquicias Mercurial y Phantom de la gama entry.
Dass es uno de los principales ensambladores de botines del país. Entre sus plantas de El Dorado y la de Coronel Suárez, donde se hacen los modelos de Adidas, mueve alrededor de 3000 pares por día, es decir, poco más de 1 millón por año. La compañía asegura que los pedidos para este año, que se realizan con seis meses de anticipación, fueron hechos con normalidad.
El tercer integrante de la trinidad del negocio deportivo es Puma, que en los últimos tres años invirtió $ 400 millones en su fábrica en La Rioja. Ahí elabora su histórico botín Borussia, hecho con cuero nacional. En su tienda oficial este modelo se consigue por $ 100.000 en sus versiones para cancha de 11 y de 5.
Ignacio Aguerre, director de Merchandising de Puma Argentina, asevera que no tuvieron dificultades para importar insumos en los últimos dos años. «Los modelos de alta gama son aquellos que se importan debido a sus especificaciones técnicas», remarca. En 2023 los botines representaron un 13 por ciento de su volumen total de producción de calzado que fue de 3,7 millones de pares y cerraron el año con un share del 25 por ciento en la categoría. La Copa América de 2024, señala Aguerre, podría impulsar las ventas: «Históricamente durante eventos de esta envergadura hemos observado un incremento aproximado del 20 por ciento en la demanda de botines».
La que aprovechó este espacio para ganar lugar en los estantes de las casas de deporte fue Topper, propiedad del grupo brasileño Sforza. «Pasamos de tener un share de 14 por ciento en 2021 a uno de 22 por ciento el año pasado. Y este año creemos que en fútbol vamos a crecer un 40 por ciento», asegura Darío Rubaja, director Comercial de la marca. Junto a Umbro, Diadora, Lotto y Penalty se sitúa un escalón por debajo en lo que respecta a precio con botines que oscilan entre los $ 51.000 y $ 62.000 con el San Ciro como figura. Este año planean lanzar su primer modelo fabricado íntegramente en su planta en Tucumán, el Artis, y esperan que represente un 20 por ciento de sus ventas en la categoría.
Otra que tiene todo listo para salir a morder en la categoría es Joma, que desde 2023 tiene a Brand Team como nueva licenciataria. La marca española empezó a producir botines en la planta de Senda, en Florencio Varela, donde históricamente se fabricaron los de Penalty. Su perspectiva es manejar un volumen inicial de 20.000 pares por mes. «Las restricciones de importación siempre distorsionan las condiciones de mercado y dan lugar a oportunidades», comenta Pablo Braier, CEO de la firma. Y estas oportunidades también las aprovecharon algunas compañías que no estaban ligadas al mundo del calzado deportivo.
Alternativas nac & pop
«Mi héroe es el de los alfajores Guaymallen», exclama Amoros, dueño de Raptor. Y detalla: «Quería hacer algo económico de mucho volumen y bajo margen, pero llegar a todos el país». Su política, indica, es sencilla: ninguno de sus botines puede venderse a más de $ 15.000. Y estos precios los sostiene asumiendo buena parte del proceso productivo. «Ahorro un montón de plata haciendo el aparado (N.d.R: proceso de unir todas las piezas de un calzado) con 26 máquinas de coser e inyectando las suelas de PVC», destaca.
La marca del dinosaurio creció rápidamente desde su lanzamiento en 2021. A fines de 2023 hizo su primera exportación de 1500 pares a Uruguay y recientemente invirtió US$ 15.000 para desarrollar una nueva línea de botines premium de caucho con la que planea agregar 200 pares de producción diaria. Sin embargo, todavía no logró penetrar con fuerza en las casas de deporte. «Pudimos entrar en tres o cuatro cadenas, pero hay marcas que los amenazan. Son como el perro viejo que no come ni deja comer porque no les entregan botines pero tampoco los dejan que me compren a mí», reclama el emprendedor.
Kioshi hizo un intento de importar botines en 2017, pero decidió virar hacia la producción nacional en 2021 con una inversión de $ 50 millones. «Nuestra estrategia apunta más al deportista amateur. Ese futbolista que juega torneos los fines de semana y busca un botín de calidad a un precio accesible», asevera Emmanuel Fernández, socio de la compañía que ya produce hasta 15.000 pares por mes y prevé escalar a 20.000 durante este año.
Primero lanzaron el modelo para cancha de sintético y luego desarrollaron el segmento complejo. Esta unidad representa un 30 por ciento de su facturación con botines cuyos valores van desde los $ 42.000 hasta los $ 48.000. En su fábrica se ocupan de inyectar las suelas, tejer las capelladas y hacer la costura láser. La planta tiene capacidad para producir hasta 80.000 pares de calzado por mes.
«Hay fabricantes de calzado que no estaban en el mundo deportivo y en estos años se volcaron a fabricar botines», comentan desde una planta industrial. Uno de ellos fue Justicialistas, la marca cordobesa cuyo fuerte son los zapatos de cuero. En 2021 lanzaron Barrilete Cósmico, su línea de botines de fútbol 5 elaborados con cuero vacuno nacional, y el año pasado vendieron 150 pares por mes. Otro caso fue el de Footy, la empresa dedicada al calzado infantil, que debutó con sus botines a fines de 2022.
A diferencia de otros jugadores, que importan las suelas y las capelladas, estas compañías se abastecen con proveedores y curtiembres locales. Ingratta SA, fabricante de las suelas Febo, incrementó en un 10 por ciento su volumen de producción de modelos para este tipo de calzado de nicho.
Lucas Aguilar se dio cuenta que faltaban botines tras hacer una pequeña búsqueda en MercadoLibre. Entonces reactivó las máquinas que usaba su papa, Hilarion, para hacer zapatillas de cuero y junto a su familia lanzó Manguz a mediados de 2021. De aquel trabajo artesanal pasaron a industrializar la producción con una inversión de $ 1,4 millón que les permitió escalar a 600 pares por mes en su planta en Villa Soldati.
«Nosotros hacemos botines de cuero vacuno y la calidad es la misma que el de uno de primera marca. El tema es que ellos te los cobran el doble y en nuestro caso apuntamos a crecer por volumen vendiéndolo más barato», remarca Aguilar. Los Manguz Hunter cuestan entre $ 49.000 y $ 51.000, según el modelo.
Justicialistas y Manguz utilizan cuero vacuno, en lugar de la variante sintética como es el caso de Kioshi y Raptor. Un metro de cuero natural puede costar entre $ 8000 y $ 9000, mientras que el valor del sintético es de aproximadamente $ 5000, según detallan desde el sector. Con un metro de material se pueden fabricar entre cinco y seis pares.
Por el momento, Aguilar solo comercializa sus botines a través de MercadoLibre y su tienda online, además de algunas ventas en el showroom que tienen cerca de la fábrica. En 2024 el objetivo es alcanzar los 1000 pares por mes y la planta incluso tiene capacidad para triplicar ese número. «La idea es acomodar el equipo de ventas para hacer alianzas comerciales y entrar a tiendas multimarca. Igualmente nuestro plan de marketing pasa por estar en escuelitas de fútbol, clubes de barrio y en complejos de alquiler de canchas. Ahí queremos que nos vean», resalta.
Estado de alerta
El fin de las licencias automáticas y del Sistema de Importaciones (SIRA) podría abrirle la puerta a que lleguen más botines terminados desde el exterior. Según la Cámara de la Industria del Calzado (CAIC), en 2023 se importaron 16,5 millones de pares y el rubro deportivo suele representar alrededor del 60 por ciento del volumen total. Entre 2018 y 2021 el valor de las importaciones de calzado cayó un 30 por ciento de US$ 512 millones a US$ 357 millones, de acuerdo al reporte de la consultora Claves.
Estas trabas y demoras en la autorización de importaciones llevaron a las compañías a reforzar su ensamblado local. Algunas incluso retornaron al país, como fue el caso de Penalty que en 2021 anunció su regreso con un plan de producción de 15.000 pares de botines por mes en la planta de Bicontinentar Footwear Technologies en Chivilcoy, la ex Paquetá.
Traer al país un calzado terminado tiene un arancel de 35 por ciento, mientras que las partes pagan entre 15 y 28 por ciento. Además, desde diciembre de 2021 el Gobierno argentino estableció una medida antidumping que impide importar calzado desde China por un valor FOB inferior a US$ 15,70 por par. Por ahora estos aranceles se mantienen, pero desde el sector, en particular las grandes marcas, ya negocian con algunos funcionarios de la secretaría de Comercio para que las partes tengan arancel 0. «Si no empiezan a bajar los costos, el consumo está muy frenado», apunta Braier.
«Cada botín que entregamos se vende porque hay poco stock. El negocio podría ser más grande«, señala Rubaja, de Topper. El segmento, detalla, crece a un ritmo del 10 por ciento anual, pero el uso específico de este tipo de calzado limita sus posibilidades. La compañía recientemente llevó adelante un estudio junto a la consultora de investigación Desatanudos y el relevamiento arrojó que solo el 15 por ciento de la población general juega al fútbol.
Ante la posible apertura importadora, los jugadores nacionales ya se pusieron en estado de alerta. «Nos estamos moviendo con cuidado, pero sin dejar de planificar. Tratamos de que el aumento de precios no impacte tanto en el producto final porque apuntamos a un público de clase media». Comenta Fernández, cofundador de Kioshi. Por su parte, Nicolás Mendizábal, socio de Justicialistas, asegura que pusieron el freno de mano en sus planes. «Todavía no pudimos definir la próxima producción semestral porque sabemos que se va a complejizar el tema comercial. En otro contexto nos hubiera gustado sumar más variedad, colores o incursionar en botines de cancha de 11″, detalla. Durante la última semana la marca cordobesa redujo el precio de su modelo en un 13 por ciento y ahora se venden a $ 65.500 en su tienda online.
Amoros revela que le ofrecieron importar las suelas y las capelladas desde Taiwán pero prefirió continuar fabricándolas en su planta. «A mis clientes les vendo cada par a US$ 10,8. Si tuviera que traerlos terminados desde afuera, entre flete y demás, me cuesta US$ 19 solo para tenerlos en mis manos. Hoy no tengo ningún tipo de competencia directa en el segmento», analiza. Tras la última gran devaluación Raptor incrementó el valor de sus botines en un 40 por ciento.
«Todavía no hay una alerta de que vaya a haber una invasión de calzado importado», afirma Horacio Moschetto, gerente de la CAIC. El directivo agrega que la oportunidad para el segmento está en incrementar el porcentaje de ensamblado nacional. Y concluye: «El calzado deportivo a nivel mundial tuvo un incremento grande en precios y hoy en los Estados Unidos ronda los US$ 100. No es que van a venir zapatillas de primera línea a precios más accesibles de los que ya están en el mercado».