La tecnología se impone en todos los ámbitos de la vida y el tenis, claramente, no es una excepción

Fuente: Clarín – Primero fue el ojo electrónico y luego el Ojo de Halcón. Ambos convivían con el error humano. Ahora, en Nueva York, el deporte dio un paso que era imposible de esquivar. Y llegó para quedarse.

La tecnología se impone en todos los ámbitos de la vida y el tenis, claramente, no es una excepción. No hay jueces de línea en el Abierto de Estados Unidos. Es algo que sucede, en una forma progresiva, desde el año pasado.

Para hacer memoria, la tecnología arrancó hace algunas décadas con el ojo electrónico que supervisaba básicamente la línea de saque. Era una ayuda para el juez. El sonido que producía la interrupción de un rayo invisible al ojo humano le daba el aviso de que la pelota había salido.

El sistema, que ganó aceptación con el tiempo y se llama “ojo de halcón”, le empezó a dar al mundo del tenis cierta justicia. Convive con el ojo humano, pero también ayuda a que un partido no se defina justamente por una equivocación.

Muchos recordarán las enormes discusiones que se podían llegar a plantear producto de un gran error o de una mala percepción. Porque podía ser, realmente, que un juez de línea cometiera un gran error y el juez de silla no interviniera, lo que al jugador le provocaba una doble frustración: el error del juez de línea y también que ese mismo error no había sido percibido por el juez de la silla alta. Y eso, a veces, también afectaba al espectáculo. Porque quiérase o no, bajo una enorme presión, un error grosero puede tirar por la borda absolutamente todo. Eso siempre genera una enorme sensación de frustración e impotencia.

El “ojo de halcón” le dio al tenis esa dosis de justicia tan necesaria porque el juego también ganó en velocidad y puso un desafío cada vez más grande al ojo humano.Pero el problema es que la tecnología, muy cara por cierto, está basada en cámaras y en un software muy costoso que procesaba la información y que ayudaba a verificar el pique.

Todo, claramente, fue cambiando y con el tiempo irá desapareciendo. Nadie quiere que alguien pierda su trabajo. Pero lo concreto es que el tenis, a la velocidad con la que se juega y con todo lo que hay en juego, tenía por delante ese paso imposible de esquivar. Tarde o temprano llegaría.

También se irán terminando esos recursos empleados por muchos jugadores que usaban la discusión por un fallo como una válvula de escape cuando estaba por explotar y cuando la presión ya reventaría todo. Servía para bajar tensiones, para frenar un poco el partido…

Se está a favor de todo aquello que aporte justicia e igualdad. Y en que, por sobre todo, esa igualdad no sea solamente en algo específico sino también en evitar que un jugador pueda ejercer una mayor presión por su prestigio y por su jerarquía ante los jueces de línea y ante el juez de silla. Era difícil porque en el circuito, incluso, había algunos tenistas que se especializaban en amedrentarlos. Y eso ya no volverá a ocurrir.

Los principales preclasificados y las grandes figuras en los torneos más importantes podían estar en una cierta manera jugando con esa suerte de garantía o seguridad de que si el partido se iba para un lado o para el otro todo dependería del pulso de uno de los dos jugadores y no del error humano.

Antes de cubrir todas las canchas en casi todos los torneos ya empezó a surgir lo que vemos hoy. Que llegó para quedarse.

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