Fuente: El Ciudadano – En medio de la segunda ola de contagios de coronavirus en la ciudad y del sistema de restricciones intermitentes, la Municipalidad busca sumar nuevas posibilidades de presencialidad para los sectores más castigados económicamente. Este jueves se firma un convenio entre el municipio, el Banco Municipal y la Cámara de Gimnasios para financiar la compra de medidores de dióxido de carbono hasta seis cuotas sin interés. El objetivo es que se sume a los protocolos ya vigentes: uso adecuado de barbijo, distancia de dos metros, higiene de manos y ventilación de ambientes o aire libre.
Los dueños de gimnasios, como el resto de los rubros comerciales afectados por las restricciones, siempre manifestaron el cumplimiento estricto de protocolos; sin embargo, incluso si es así, al ser una actividad que se desarrolla en espacios cerrados el riesgo aumenta y la ocupación de camas de terapia intensiva en la ciudad no cede.
Los medidores de dióxido de carbono en el aire permiten estimar qué nivel de contaminación hay en el aire de un espacio interior. Los que se utilizarán fueron desarrollados por un profesional y dos estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario.
El equipo está formado por el ingeniero industrial Franco Schiavone, el estudiante de Ciencias de la Computación Mariano Crosetti y el estudiante de Ingeniería Electrónica Alejandro Crosetti. Juntos desarrollaron un dispositivo que mide el dióxido de carbono del ambiente emitido por las personas al exhalar. Además este miércoles justamente el rector de la Universidad Franco Bartolacci anunció la entrega de estos medidores a cada unidad académica.
En julio de 2020 un grupo de investigadores solicitó a la Organización Mundial de la Salud que considerara el papel de los aerosoles en la transmisión del virus. Por entonces las medidas de cuidado se centraban en la distancia física, el uso de barbijo y la higiene de manos, objetos y superficies. El profesor español José Luis Jiménez es uno de los principales impulsores en la investigación del papel de los aerosoles en la pandemia.
La comunidad científica internacional fue abrazando esta idea de a poco, sobre todo desde octubre último, y recién en abril de 2021 la OMS lo reconoció oficialmente: la mayoría de los contagios por covid se da a través de aerosoles.
¿Qué significa esto? Que el virus se transmite mayormente a través de las gotículas que expulsamos de la nariz y de la boca cuando respiramos, hablamos, cantamos, gritamos. En los espacios cerrados o con mala ventilación pueden quedar suspendidas en el aire durante horas. Al principio se creía que las principales vías de contagio eran las gotas expulsadas al toser o estornudar, por eso se insistía más en la distancia de dos metros y la limpieza de superficies.
El 29 de marzo de este año, Nación anunció la campaña Ventilar que llevan adelante el Conicet y el Ministerio de Ciencia y Tecnología nacional. Desde entonces se hace hincapié en la necesidad de actualizar protocolos y lograr que todo encuentro sea al aire libre o con ventilación cruzada.
El nivel del virus en el aire, en sí mismo, no puede ser medido; sin embargo sí existen medidores del nivel de dióxido de carbono en un espacio. Al exhalar, cuando respiramos, emitimos dióxido de carbono. En ambientes cerrados, cuando hay aglomeración, se acumula mucho dióxido de carbono que de por sí no es saludable.
En el caso del coronavirus, cuanto menos ventilado esté un espacio, cuanta más personas haya y permanezcan sin medidas de cuidado más se potencian las posibilidades de contagio. Sobre todo en tiempos donde hay una circulación muy alta del virus, como pasa hoy en Argentina y en Rosario.
“Cuando hacemos actividad física exhalamos más aire todavía, por eso es interesante que se usen estos medidores en lugares como gimnasios. Como el covid en el aire no se puede medir y no tenemos forma de saber si hay alguien infectado, se comprobó que midiendo la concentración de dióxido de carbono se pude estimar qué tan viciado está el aire en ese lugar. Qué tan respirado está el aire, por decirlo de alguna manera. La concentración de dióxido de carbono aumenta si hay muchas personas en un lugar cerrado durante mucho tiempo”, explicó Pamela Cribb, biotecnóloga, investigadora del Conicet, docente e integrante de Ciencia Rosarina contra el Coronavirus.
El medidor tiene un tope hasta donde los niveles son aceptables y, después de ese límite, si hubiera alguien infectado, las posibilidades de contagio aumentan considerablemente.
El grupo del que forma parte Cribb incluye 17 personas de diferentes disciplinas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR): física, ingeniería, medicina, química, biotecnología y arquitectura. Desde el verano se reúnen con autoridades locales alertando la necesidad de actualizar protocolos que hasta entonces estaban muy apuntados a la limpieza de manos y distancia física.
Para la investigadora, impulsar el uso de medidores de dióxido de carbono es una buena noticia. Lo explica así: “Es una medida visual y gráfica; por encima de las 700 partes por millón es lo aceptable. Lo que las personas tienen que entender es que si el número es menor a éste hay menos riesgo de contagio. Sirve como una estimación de riesgo, no reemplaza las demás medidas de cuidado que son las medidas de prevención. Además, si se empezaran a utilizar por ejemplo en comercios o lugares públicos uno podría elegir si entrar o no a ese lugar acorde con el riesgo”.
Cribb señaló un lugar muy cotidiano que le preocupa: los cajeros automáticos que no tienen las puertas abiertas porque son espacios por donde pasan muchas personas y no hay recambio de aire. En estos casos, puntualizó, si entra una persona infectada y permanece mucho tiempo o lo hace sin el uso correcto de barbijo, las gotículas de aire infectadas quedan suspendidas en el aire durante un tiempo prolongado y así pueden contagiar a otras personas que ingresen luego, aun cuando la persona infectada ya no se encuentre en el lugar.