Fuente: La Voz – El surgimiento de nuevas cadenas de gimnasios abiertas 24/7, las nuevas “apps” para el cuidado físico e “influencers” de la vida “fitness” y saludable hablan de una nueva manera de entender el fenómeno.
Hace tiempo que ir al gimnasio dejó de ser simplemente una oportunidad para “hacer ejercicio”, “tonificarse”, “transpirar un poco” o “mantenerse bien físicamente”. En los últimos años, se ha intensificado el crecimiento de la industria del fitness y ahora el gym pasó a ser una parte cada vez más importante en la vida de millones de personas.
El surgimiento de las nuevas cadenas de gimnasios abiertas los siete días de la semana y con horarios cada vez más extendidos va de la mano con la explosión de las nuevas apps para el cuidado físico, la multiplicación de influencers que enseñan a desarrollar hábitos y músculos a millones de seguidores, y la nueva costumbre de publicar en las redes las estadísticas del esfuerzo realizado cada día, junto con la infaltable foto-gym para que los demás sean testigos del logro.
La nueva cultura del gym se fortalece también de la mano de los nuevos suplementos y los alimentos que produce la industria para acompañar este deseo de verse y sentirse bien, con la proliferación de libros y de especialistas que enseñan cuáles son los lineamientos actuales de lo que se llama “vida sana”, y con la aparición de nuevas formas combinadas de entrenamiento.
Para muchas personas, los gimnasios ya no son solamente un lugar para ir a pasar un rato e inflar los músculos, sino un espacio desde el cual construir una nueva forma de vida. El modelado y la construcción de los nuevos cuerpos ahora van de la mano con un relato de superación y filosofía de vida.
Hoy, trabajar el cuerpo y convertirlo en un producto de exhibición social es considerado no sólo una práctica productiva, de uso positivo del tiempo, sino también una práctica moralmente correcta.
A continuación, dos testimonios de personas cuyas vidas cambiaron dentro de un gimnasio.
En primera persona: gimnasios, entrenamiento y vida sana
Por Mario Postay, emprendedor
Comencé a entrenar (mejor dicho, a moverme) casi por obligación.
Eran momentos de mucho estrés, de la mano de la responsabilidad de un emprendimiento que despegaba y volaba; y al tiempo que ganaba clientes y crecía en empleados, demandaba más y más atención, energía y tiempo, pero también generaba mucha angustia, incertidumbre y presión. En Argentina, claro está. Con todo lo que eso implica.
Eso fue hace dos décadas y, contradiciendo al tango, en estos 20 años en mi vida pasó de todo y todo cambió por completo, al punto de que me hubiera sido imposible incluir en cualquier tipo de predicción las cosas que voy a relatar a continuación.
Mi emprendimiento de ese entonces, Brandigital, crecía al mismo ritmo que lo digital se metía en nuestras vidas y la de las empresas; nos expandíamos a México, primero, a España, luego, y finalmente a varios países más. De ser unos pocos, el equipo crecía de a docenas. Y el control de esas operaciones estaba a cargo de un grandote sedentario, con mucho sobrepeso y rutinas poco saludables. O sea, yo.
Un muy buen susto de un día y unos cuantos retos de mi entorno me pusieron contra las cuerdas y en la obligación de cambiar algo para que algo cambie. Empecé a salir a caminar, a trotar luego… y obsesivo como soy (en todo voy siempre a fondo, ningún gris), eso se terminó transformando en un estilo de vida para los próximos años.
Logré el objetivo de bajar mucho de peso, pero no me conformé con eso. Pasaron los años y me encantó correr. Así empecé a participar en algunas carreras y me enamoré del trail running (montaña). Así fue que me pasé más de 15 años corriendo todo tipo de competencias, desde locales hasta en el exterior, pasando por varios cruces de los Andes (clásica competencia de trail running en la Patagonia, de 100 km en tres días).
El running era el puente no solo a una vida más saludable, sino que toda la ceremonia a su alrededor me generaba satisfacción, me conectaba con procesos de reflexión interna que fueron muy importantes (como un todo indivisible) para lo que era mi vida en esos años, en todos los frentes.
De la mano del running, y también con el paso de los años, viene la necesidad de fortalecer músculos y complementar entrenamiento con gimnasio. Así fue que pasé muchos años arrancando todos mis días muy temprano, para estar a las 7 a. m. en el gym, 8.30 en mi desayuno y a las 9 en la oficina.
Esa fue mi rutina durante muchos más años que los dedos de mis manos. Así llegaron amigos, relaciones y experiencias que fueron matizando de manera protagónica esos años de mi vida.
Y aquello que era algo satélite en mi vida un día se convirtió en central. Una oportunidad, de repente un equipo (el gen emprendedor siempre latiendo) y así nació Fitship, el gimnasio (hoy casi cadena, con la tercera sucursal cerca de ser inaugurada) que iniciamos en 2019.
Su primera sucursal estaba en Ciudad Empresaria, por entonces el polo donde pasaba casi todo lo que tenía que ver con la tecnología en Córdoba. Mis mundos se unían, casi de la misma manera que hacían intersección las tendencias en calidad de vida, con la necesidad de las empresas de cuidar el talento y otorgar beneficios a sus empleados.
Pero nada de eso queríamos hacerlo igual a lo que ya existía. Nos movía la pasión por transformar los lugares de entrenamiento en espacios copados, divertidos, “ondeados”, que realmente motivaran a la gente a ir con ganas, con estímulos relativos a lo visual, la música, el arte, la tecnología, que derribaran ese inconsciente colectivo que reinaba y rezaba “ir al gimnasio es aburrido”.
Sabíamos que en el mundo pasaban cosas que afirmaban nuestras intuiciones. Así que fuimos a Londres y a Berlín a recorrer gimnasios y a inspirarnos con ideas, materiales, conceptos que nos permitieran hacer realidad nuestro sueño. Todo era un combo casi perfecto.
Pero a la vuelta de la esquina nos esperaba un monstruo imprevisto: la pandemia. Nada de abrir en marzo 2020 como teníamos previsto y nada de tener miles de personas cautivas en el predio. En el mundo del trabajo (sobre todo para las empresas de la industria del conocimiento) ya nada volvió a ser igual. En ese momento todo era pesar y angustia por lo que no había sido.
Pero hoy, con el diario del lunes, el mundo pospandemia también generó muchos cambios en tendencias y estilos de vida que potencian y promueven la vida sana, la necesidad de socializar, conectar con los demás y también con uno mismo. La evolución de la ciencia y la creciente expectativa de vida, y la necesidad de estar y sentirse bien.
Todo confluye en miles de ciclistas que se multiplican, parques repletos de gente haciendo ejercicios, y cada vez más y mejores gimnasios, ya no solo provistos de equipamiento para entrenar, sino de todo aquello que hace muy pocos años nos parecía disruptivo y hoy se volvió un must. Ya no hay gym ni espacio de entrenamiento que descuide su estética, que convierta cada rincón en “instagrameable” y que ponga el foco en la experiencia del cliente.
Ya casi no corro, ya corrí todo lo que podía correr. Pero sigo intentando mantenerme en movimiento y tener una vida equilibrada. Y termino estas líneas pensando en lo mágico de este camino recorrido (como el destino mismo) y en cuánto puede haber uno incidido en el devenir de las cosas, o viceversa.
Los emprendedores tenemos siempre la sensación de que estamos innovando y creando un sendero por donde hay solo pastizal, pero la perspectiva de los hechos consumados me hace pensar que hay cuestiones que inexorablemente ocurren, y esta buenísimo que así sea.
¡Los dejo, me voy a entrenar!
En primera persona: una experiencia más allá de lo físico
Por Agustina C.
Tengo 37 años, voy para 38. Hacía años que no iba a un gimnasio. Las pocas veces que fui, empezaba y lo dejaba la segunda vez. No me sentía cómoda. No sentía que me incluyeran, ahora me parece que cambió eso.
Empecé a hacer gimnasia en la pandemia, en mi casa, con videos de YouTube de una española: cardio, musculación y otras cosas, en videos de unos 30 minutos. Después, cuando empezaron a abrir los gimnasios y ya quería salir de mi casa y abandonar el homeoffice, encontré un gimnasio que me gustó, en Nueva Córdoba.
Es solo para mujeres, no tiene máquinas. Son todas clases, a distintas horas, de zumba, funcional, cross fem y otras cosas. Pero además organizan varias veces al año trekkings con las alumnas, en las Sierras. También hacen, por ejemplo, competencias de equipos, y todo el gimnasio participa. Así vas conociendo e interactuando con gente, te hacés amiga.
No lo hago tanto por la parte física, sino por la mental. Después de trabajar 10 horas, el gimnasio es el momento para mí de reiniciar mi cabeza. Es una hora en la que me olvido de todo. A veces voy todos los días o, si puedo, tres o cuatro veces a la semana.
También me trajo cambios de hábitos, como comer más sano y seguir en redes sociales algunas cuentas que hablan de eso.
En este caso, que somos todas mujeres, hay como una relajación entre todas las chicas que van, en el sentido de que el 80% no va solo por el cuerpo, y eso se nota, van para pasarla bien.
También noto eso en otros gimnasios de Nueva Córdoba, que hacen esto de formar un club, una comunidad. No es solo un gimnasio al que vas y listo: se arman grupos, otras actividades, es como una experiencia más amplia, que motiva a que la gente vaya. Y, claro, son más “instagrameables” y están abiertos más horas.
En el gimnasio al que voy, por ejemplo, impulsan mucho la vida sana. Una vez hicieron una competencia, a través de una aplicación: tenías que cargar qué comías cada día y la idea era no consumir tantos alimentos procesados. La que mejor comía en una semana tenía pase libre. El acento estaba puesto en lo saludable, no tanto en la dieta, como antes.